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En Eucaristía solemne, presidida por el Santo Padre, en la basílica vaticana, con motivo del día mundial de las misiones, hizo énfasis en tres aspectos centrales, relacionados con la misión de la Iglesia y el sentido más profundo del anuncio del evangelio: el monte, subir, todos.
Un sustantivo: monte
Teniendo presente que el monte ocupa un lugar preponderante tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, el Papa Francisco en su homilía, manifiesta que: «El monte es el lugar donde a Dios le gusta dar cita a toda la humanidad. Es el lugar del encuentro con nosotros, como muestra la Biblia, desde el Sinaí pasando por el Carmelo, hasta llegar a Jesús, que proclamó las Bienaventuranzas en la montaña, se transfiguró en el monte Tabor, dio su vida en el Calvario y ascendió al cielo desde el monte de los Olivos. El monte, lugar de grandes encuentros entre Dios y el hombre, es también el sitio donde Jesús pasa horas y horas en oración (cf. Mc 6,46), uniendo la tierra y el cielo; a nosotros, sus hermanos, con el Padre«.

Renglón seguido, el Sumo Pontífice se pregunta ¿Qué sentido tiene para nosotros el monte? y con sus palabras interpela a todos e invita a apostarle a lo fundamental: «El monte nos recuerda que los hermanos y las hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre todo, con la vida. El monte une a Dios y a los hermanos en un único abrazo, el de la oración. El monte nos hacer ir a lo alto, lejos de tantas cosas materiales que pasan; nos invita a redescubrir lo esencial, lo que permanece: Dios y los hermanos. La misión comienza en el monte: allí se descubre lo que cuenta. En el corazón de este mes misionero, preguntémonos: ¿Qué es lo que cuenta para mí en la vida? ¿Cuáles son las cumbres que deseo alcanzar?».

Un verbo: subir
El Papa resalta la dinámica de la vocación cristiana, que supera las simples coordenadas de lo inmediato, de lo terreno: «No hemos nacido para estar en la tierra, para contentarnos con cosas llanas, hemos nacido para alcanzar las alturas, para encontrar a Dios y a los hermanos».
Y además, destaca que para subir a la montaña, se necesita despojarse de muchas cosas: «… en la vida es necesario aligerarse de lo que no sirve. Es también el secreto de la misión: para partir se necesita dejar, para anunciar se necesita renunciar. El anuncio creíble no está hecho de hermosas palabras, sino de una vida buena: una vida de servicio, que sabe renunciar a muchas cosas materiales que empequeñecen el corazón, nos hacen indiferentes y nos encierran en nosotros mismos; una vida que se desprende de lo inútil que ahoga el corazón y encuentra tiempo para Dios y para los demás. Podemos preguntarnos: ¿Cómo es mi subida? ¿Sé renunciar a los equipajes pesados e inútiles de la mundanidad para subir al monte del Señor? ¿Es de subida mi camino o de “escalada”? .

Un adjetivo: todos
El Papa también enfatiza el adjetivo «todos» con el que busca crear un ambiente de inclusión y apela a las tantas veces que el adjetivo aparece en el texto sagrado: «El Señor es obstinado al repetir este todos. Sabe que nosotros somos testarudos al repetir “mío” y “nuestro”: mis cosas, nuestra gente, nuestra comunidad…, y Él no se cansa de repetir: “todos”. Todos, porque ninguno está excluido de su corazón, de su salvación; todos, para que nuestro corazón vaya más allá de las aduanas humanas, más allá de los particularismos fundados en egoísmos que no agradan a Dios. Todos, porque cada uno es un tesoro precioso y el sentido de la vida es dar a los demás este tesoro. Esta es la misión: subir al monte a rezar por todos y bajar del monte para hacerse don a todos».
!Ánimo! El espera mucho de ti
El santo Padre concluye su homilía interpelando en cada uno la respuesta que debe dar a Dios como llamado a la misión: «Ánimo, ¡Él espera mucho de ti! El Señor tiene una especie de ansiedad por aquellos que aún no saben que son hijos amados del Padre, hermanos por los que ha dado la vida y el Espíritu Santo. ¿Quieres calmar la ansiedad de Jesús? Ve con amor hacia todos, porque tu vida es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un don para ofrecer. Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de todos!
