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Redacción: Luis Daniel Londoño Silva. prensa@emisoramariana.org

Cuando se tiene una espiritualidad sólida y en permanente renovación, la vida y la autoestima se fortalecen, la dignidad se hace invulnerable, se rompen los moldes de la rutina, se supera cualquier tipo de tristeza, se bloquean esos sentimientos de derrota y de depresión o de una visión pesimista de la existencia. En libro del Génesis leemos: «Y vio Dios que todo era bueno..», cuando rompemos relaciones con Dios viene el casos y la desesperación.

De igual manera, en el corazón de la espiritualidad de san Agustín, se encuentra esa necesidad permanente de Dios: «El hombre solo encuentra su felicidad plena y definitiva en Dios, pues ha sido creado a su imagen y semejanza. Por ello, consciente o inconscientemente, tiende continua e insaciablemente hacia él, único en quien encuentra su verdadero descanso. La búsqueda de Dios no acaba nunca en esta vida».

En esta época en la que «todo vale», la espiritualidad nos permite ver que el ser humano es el que verdaderamente vale, que nuestra identidad no se tranza por nada, que la alegría es un tesoro y la serenidad interior un fortín, que jamás hará que nos conviertan en cosas o que vulneren nuestros derechos fundamentales.

La religiosidad es relativa, la espiritualidad te eleva, te trasciende y te hace eterno. La religiosidad te suele prometer un paraíso ideal y lejano, la espiritualidad es el mismo paraíso en el que cada uno aprende a amarse y a amar, a asumir las riendas de la propia vida, a compartir, a tolerar, a respetar, a transformar día a día las propias circunstancias y a conquistar la alegría.

La religiosidad divide el mundo entre buenos y malos, la espiritualidad es una forma de experimentar esa atmósfera hermosa de la existencia de un Dios-Padre, que nos hace descubrir que somos caminantes, que somos seres en continua tarea de realización, y que formamos parte de la gran familia humana… Cuanto más sólida sea nuestra espiritualidad, más humanos somos, menos violencia generamos y más amor compartimos.

Un texto de san Agustín nos puede servir como punto de referencia para una reflexión práctica sobre el tesoro invaluable de la espiritualidad para corazones atormentados:

«Deja siempre un pequeño margen para la reflexión, margen para el silencio. Entra dentro de ti mismo, y deja atrás el ruido y la confusión. Bucea en tu intimidad y trata de encontrar ese dulce rincón escondido del alma, donde puedas verte libre de ruidos y argumentos, donde no necesitas entablar disputas sin término contigo mismo para salirte siempre con la tuya. Escucha la voz de la verdad en silencio, para que puedas entenderla» San Agustín, sermón 52, 19-22).

Por Luis Daniel Londoño Silva

Máster en Violencia Doméstica y de Género. Licenciado en teología, escritor y comunicador.

Un comentario en «El tesoro invaluable de la espiritualidad en corazones atormentados»
  1. Magnífico artículo y un mensaje muy claro. Entre nosotros, desgraciadamente, le ponemos más énfasis a la religiosidad que a la espiritualidad y eso hace que generemos nuestros problemas. Cordial saludo. Manuel Corredor L

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