«Es normal que los esposos peleen, es normal. Siempre se hace. Pero les aconsejo que jamás terminen la jornada sin hacer la paz». Papa Francisco

Redacción: Luis Daniel Londoño Silva. prensa@emisoramariana.org

Una de las más ricas dimensiones de la espiritualidad, en la vida de las parejas que profesan la fe católica, es la denominada «espiritualidad conyugal», pues les permite tener referentes comunes de desarrollo, crecimiento y realización personal, con el fin de aprender de forma pedagógica el respeto, la aceptación de las diferencias, con la riqueza que cada uno tiene; hacer camino juntos y construir de manera creativa, un proyecto de vida conyugal que rompa las inseguridades personales, los celos enfermizos, los apegos tóxicos, el engaño torpe, la agresión, los insultos, los gritos humillantes, el abuso, el materialismo desenfrenado y tantas cosas que han convertido la vida de pareja en un verdadero infierno existencial.

La espiritualidad conyugal, fundamentada en la bendición de Dios recibida en el sacramento del matrimonio, potencia el crecimiento mutuo en valores humanos y espirituales, mantiene encendida la llama del amor, dándole a la pareja las herramientas, para mirar más allá de esas pataletas sin sentido, de esos egoísmos dañinos, de esos reclamos violentos, de esos mecanismos de control infantiles, y así, tener la capacidad de dialogar, de intervenir con serenidad ante la adversidad y las pruebas, de apoyarse mutuamente y de construir poco a poco la felicidad, sin dejar perder los detalles que enamoran y el encanto de la conquista cotidiana.

Fortalecer la espiritualidad es quizás, la única salida eficaz y capaz de prevenir tantas plagas, como: los feminicidios, el machismo cruel, el infantilismo, la ignorancia afectiva, la agresión y todo tipo de abusos que se dan en el seno de la familia. La espiritualidad permite convivir en igualdad de condiciones y en hacer viable la equidad de género.

La espiritualidad conyugal, en clave católica, es dinámica, conlleva una serenidad en el uso adecuado de la palabra, se alimenta de la oración, los sacramentos y tiene por guía, el ejemplo del hogar de Nazaret, que aprendió a enfrentar momentos dolor persecución, desprecio, incertidumbre y supo experimentar el gozo y la alegría. En una armoniosa espiritualidad conyugal, los hijos son los primeros en disfrutar sus frutos y bondades.

El Papa Francisco pronunció estas bellas palabras al hablar de la familia y de la riqueza humana y espiritual que cada uno debe tener: “El matrimonio es un trabajo de todos los días, se puede decir que artesanal, un trabajo de orfebrería porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a la mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre al marido. Crecer también en humanidad, como hombre y mujer” (Audiencia general en la Plaza San Pedro, 14 de febrero de 2015).

Por Luis Daniel Londoño Silva

Máster en Violencia Doméstica y de Género. Licenciado en teología, escritor y comunicador.

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