Santa Brígida de Kildare, llamada también Brígida de Irlanda, nació hacia el año 450 en Faughart, región de Ulster al norte de Irlanda. Junto a San Patricio, es venerada como patrona de esa nación y su culto se ha extendido a gran parte de Europa.
Brígida creció en la tribu de Forthairt en una familia poco común, pues Duptaco – su padre – se casó con una esclava de gran hermosura; esto no era bien visto en aquella época. La santa heredó la inigualable belleza de su madre, pero eso no era de su agrado.
Consagrada a Dios desde muy joven, Brígida se une a Él en oración día y noche, suplicando que la haga fea porque sentía que podía ser ocasión de pecado para algunos. Sus lágrimas son escuchadas por el Señor y en medio del llanto uno de sus ojos revienta, ella no se desespera y con alegría agradece a Dios por escuchar sus ruegos.
Nace una comunidad
Para seguir la vida contemplativa que quería, Brígida construyó una celda bajo un roble, que fue llamada Kildare; a muchas mujeres les llamó la atención su forma de vida, así que le solicitaron su permiso para imitarla y de esta forma fue creciendo la comunidad religiosa conocida como el Monasterio de Kildare.
Brígida muere el 1 de febrero del 525, obrando muchos milagros en vida que la elevaron a los altares: curaba enfermos, les devolvía la vista a los ciegos y la voz a los mudos. Fue enterrada en Kildare y durante la invasión danesa sus restos fueron llevados junto a los de San Patricio; pero se dispersaron en el reinado de Enrique VIII.
Fue canonizada el 19 de junio de 1977. Varios himnos y escritos cuentan su historia. Su fiesta también se celebra en Australia, Gales y Nueva Zelanda.