Por Luis Daniel Londoño Silva. prensa@emisoramariana.org
¿Por qué la espiritualidad es encanto? Porque no es una chispa, no es un estado de ánimo, no es el producto de unas cuantas terapias, no es una conquista psicológica, no es un conjunto de fórmulas mágicas para alcanzar cierto estado de serenidad individual, ni mucho menos, una oferta comercial para ser feliz o una comunicación con un ser trascendental sin rostro, que se iguala a los fenómenos astrales, que simplemente nos pone a otro nivel o que nos conduce al “nirvana”.
La espiritualidad cristina es encanto, porque es el efecto amoroso de un Dios que se hace como uno de nosotros, que se manifiesta y se revela en Jesús de Nazaret, el Cristo, el Señor.
Que un Dios se abaje “para mirar la tierra”, es un verdadero encanto. Que Jesús nos enseñe a dirigirnos a Dios como “Padre”, es la conexión espiritual más profunda que pueda existir con la divinidad: ¡Dios es Padre! Su Hijo es el “Emmanuel”.
Él “asumió nuestra condición humana en todo, menos en el pecado”. El Dios con nosotros, se hace pobre, habita entre los pobres, los abatidos, los últimos, los excluidos, los que no cuentan.
El Dios con nosotros, tiene una familia, Dios tiene mamá…. Claro que sí, la chica hermosa de Nazaret, es la madre de Dios. Este misterio tan complejo y a la vez tan familiar y cercano, para los que creemos, es un verdadero encanto.

Este es el punto de partida de la espiritualidad cristiana. No hay que ir lejos, ni buscar filosofías extrañas, en el texto sagrado del católico, la Palabra de Dios, encontramos todas las evidencias posibles de esta gran verdad. El Dios en quien creemos es asombro y es encanto.
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