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Por Luis Daniel Londoño. prensa@emisoramariana.org
Seguimos el recorrido por el fascinante camino de la espiritualidad cristiana. Bienvenidos a esta cuarta entrega. Recordemos que, en las tres anteriores entregas, se afirmó que la espiritualidad es encanto, te involucra y es seguimiento.
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La espiritualidad es también alegría. Es importante aclarar que la alegría, entendida en clave de espiritualidad, aunque se puede expresar con emociones y sentimientos, es mucho más que eso. La alegría es un fruto del espíritu santo, y consiste en esa capacidad que Dios nos da para vivir forma serena y en actitud de esperanza cada momento de la vida. El cristiano, cuando cultiva la alegría, jamás se deja envolver por la amargura, el pesimismo o la desesperanza.

Por eso se afirma que un cristiano alegre es un evangelizador de primera línea. La alegría que Dios da, atrae, contagia, da vida y es una bendición. El Papa Francisco, afirma: “Cuanto más cerca está el Señor de nosotros, más nos alegramos; cuanto más lejos está, más nos entristecemos… Un cristiano que continuamente vive en la tristeza, no es un cristiano”.
La alegría no se nutre únicamente de los momentos gozosos de la vida, ella se recarga con la oración, la reflexión, los sacramentos y los momentos bellos que podamos propiciar. La misericordia, la caridad, el abrazo, el amor por la familia, por lo que se hace, por uno mismo, es una puerta abierta a la alegría.
Es más, la alegría es un fruto tan particular que, quien la cultiva y la experimenta, se evita un montón de males físicos y psicológicos. La persona con corazón alegre, ve en una situación difícil una oportunidad, el amargado no goza ni siquiera de los momentos bellos que la misma vida le ofrece.
¿Te consideras una persona alegre?
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El rostro de la misericordia es sonriente, Dios quiere vernos amantes y eso dibuja una sonrisa aunque no lo quieras…
Muchas gracias por tu comentario. Eso es cierto, Dios siembra en nosotros la alegría.
Daniel. De acuerdo con su artículo. La alegría es un don que Dios nos ha dado, debemos utilizarlo todos los días. Es necesario reírnos de la vida, antes de que la vida se ría de nosotros.