Por Luis Daniel Londoño Silva. prensa@emisoramariana.org
Sí, se nos fue un pescador en todo el sentido de la palabra. A sus 94 años, partió para la casa del Padre Celestial, un gran pescador de hombres, porque su vida la consagró al servicio de la Iglesia y de la comunidad agustiniana, con un trabajo incansable para pescar almas para la eternidad.
Y también, porque uno de sus pasatiempos era ir de pesca, momento que disfrutaba al máximo. Uno de sus lugares favoritos era Chinzaga, de donde después de un día de pesca, regresaba feliz, a casa, con unas cuantas truchas arco iris.
Caminar, pedalear y hasta jugar frontón, también marcó esos momentos de dispersión y cuidado de su salud. Además, era un fraile muy ingenioso, dedicaba algunas horas a reparar electrodomésticos, equipos de sonido y otras tantas cosas. Inventó una máquina para contar monedas y hasta un sistema de alarma para vehículo. Era un inquieto por la tecnología, con gran emoción comenzó a dar pasos en el mundo de los computadores, cuando estos apenas estaban saliendo al mercado.
Se caracterizó por ser un gran predicador, confesor y consejero espiritual. Muchas religiosas y laicos acudían a él para recibir sus orientaciones. De igual manera, ese amor por la Orden lo llevó a establecer en Colombia las Fraternidades Agustinianas, dejando varios semilleros de hombres y mujeres comprometidos en seguir de cerca, las huellas de san Agustín.
Le encantaba hacer traducciones del italiano al español, como fue el caso de la vida de santa Rita de Cascia y de santa Mónica, por recordar algunas de esas publicaciones.
Se sentía orgulloso de sus raíces. Nació en Susacón, norte de Boyacá, pero se crio en Soatá, como a él le gustaba contar.
El 3 de marzo 1940 tocó las puertas en Bojacá porque sentía la inquietud vocacional, aunque pasó antes por el Convento de san Agustín en Bogotá, de donde recibió las instrucciones para llegar a este municipio. En Bojacá inició su vocación y desde aquí partió a la casa del Padre Celestial.
Recibió su formación teológica en Roma. Allí se ordenó el 29 de marzo de 1952, junto con tres frailes más: Miguel Ostos, Alberto Monroy y Alfonso Galindo.
Cuando regresó a Colombia, lo destinaron a Facatativá (Cundinamarca), posteriormente a Soledad (Atlántico), a la parroquia san Nicolás en Barranquilla, a san Agustín en Bogotá, fue también director de Emisora Mariana.
Durante un tiempo estuvo en una casa de formación llamada la Apostólica, en Bojacá, de donde fue profesor de matemáticas e inglés. Allí vivió 20 años. Luego, fue destinado de nuevo a Barranquilla, pasó a Medellín, a Chía y fue elegido Prior Provincial, por dos períodos, finalmente desde 1998 fue destinado de nuevo a Bojacá.
Trabajó de manera comprometida por la restitución del régimen ordinario de la Provincia, que desde 1989, dejó de depender de la Provincia de Filipinas de España.
En cuanto a su vida consagrada, en entrevista concedida a los frailes, el P. Juan expresó: “Yo entré y me formaron en la vida religiosa, me enseñaron a querer esto, a querer a Agustín, me enseñaron, sobre todo, la vivencia de la vida religiosa; yo después la comprendí y me decidí por ella, logré lo que quería… consagrarme de todo al Señor, buscando mi salvación y la salvación de los demás y eso fue lo que sucedió”.

Dios premie toda esta labor y que su ejemplo siga motivando a los religiosos de la Provincia de Nuestra Señora de Gracia, a seguir el fascinante camino agustiniano al servicio de la Iglesia.
Dios contigo y tú en la Presencia de Dios. Gracias P. Fr. Juan, no compartí mucho contigo, pero tus enseñanzas trascienden.
Pide a Dios por tú Colombia para qué la paz reine en nosotros.
Gracias por tu comentario, María Victoria. Dios te bendiga.