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La espiritualidad forja y moldea el estilo de vida de todo bautizado y lo anima a discernir e interpretar el querer de Dios en el diario caminar, orientado por la fuerza del Espíritu.
El Papa Francisco ha manifestado que para perfilar e incentivar la espiritualidad, se requiere “audacia, esperanza, creatividad y coraje”.
Estas palabras dan a entender que la espiritualidad no es algo estático o prefabricado, sino que, como la vida misma, se va entretejiendo en medio de las vicisitudes y alegrías cotidianas.
No quiere decir esto que, la espiritualidad sea volátil, al contrario, es la base que sostiene la misma vida cristiana. El Sumo Pontífice, en una publicación en redes sociales escribió: “La espiritualidad cristiana propone la sobriedad y la simplicidad que nos permiten detenernos a gustar las pequeñas cosas y agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos”.
En el camino de la construcción espiritual, el Papa habla de tener audacia, expresión latina que significa atrevimiento, osadía e incluso, riesgo. Hay que arriesgar y salir de lo mismo de siempre, de una fe acomodada, sin novedad, sin chispa, sin espíritu, aunque esto implique ruptura, riesgo y hasta persecución.
La virtud de la esperanza será otro componente relevante; perder la esperanza es abrir la puerta a la desesperación y al sin sentido. Es experimentar el vacío y un miedo que paraliza e impide crecer y avanzar. Sin esperanza es imposible enfrentar con altura estos tiempos difíciles.

De igual manera, la espiritualidad se transforma cuando es impregnada de creatividad. Dios es un ser creativo por excelencia. Toda su obra sorprende, asombra; cuando tenemos la capacidad de leer desde la fe, cada hecho de nuestra vida, con seguridad que quedamos impactados.
El coraje será otro de los aspectos relevantes en este caminar. Coraje significa valor, pasión, decisión firme y una apuesta contundente por el Reino de Dios. Crecer espiritualmente, requiere una dosis diaria de coraje, para mantenerse firmes y perseverantes.
En una sociedad caracterizada por el sometimiento y las esclavitudes modernas, se nos dice en la Exhortación Apostólica Gaudete Et Exsultate: “Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro de nosotros ―deseos, angustias, temores, búsquedas― y lo que sucede fuera de nosotros —los «signos de los tiempos»— para reconocer los caminos de la libertad plena: «Examinadlo todo; quedaos con lo bueno» (1Ts 5,21).
En este camino, es clave practicar el discernimiento. En la Exhortación Apostólica citada se expresa: “¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual”.

La Exhortación va más allá y habla de la urgencia de este don: “Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento”.
En conclusión, mantener encendida la llama de la espiritualidad en tiempos difíciles, es un compromiso profundo y permanente. Hemos de estar bien equipados para no sucumbir y así, ser católicos que, con la alegría y la esperanza, tengamos razones para seguir el camino y superar todos los obstáculos que se presenten.
¿Cómo defines tu vida espiritual?