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«¡Año nuevo, vida nueva! Sería bueno proponernos abrazar más, gritar menos, perdonar más, odiar menos, orar más, juzgar menos, agradecer más, quejarnos menos, hacer más, hablar menos, escuchar más, comprender más y amar más” (Papa Francisco)
El cambio de año es un devenir cronológico, en el que se imponen diversas formas de celebrar, tanto en oriente como en occidente, independientemente de las fechas que las diversas culturas han creado a través de la historia y de la forma de concebir el universo.
Cuando hacemos un recorrido por los diferentes países y las formas de cómo se despide y se recibe un nuevo año, encontramos desde las celebraciones más tradicionales hasta las formas más exóticas, que intentan marcar la diferencia con las demás noches del año. Es como un nuevo nacimiento, cargado de sueños, ilusiones e incluso hasta de las más profundas nostalgias. Es algo misterioso e interesante.
Mientras unos lloran y otros ríen, para algunos puede ser una fecha indiferente, una más de tantas. Y claro, no pueden faltar las cábalas, los agüeros y las supersticiones, además, la cena de media noche es infaltable.
¿Habrá algo más que una fecha cronológica?
Si se hace una mirada existencial y espiritual, no cabe duda que hay algo más. Un nuevo año podría ser, el más oportuno de los pretextos, para mirar lo más profundo de lo que ocurre en la vida cotidiana.
Hacer un alto en el camino, desacelerar las fatigas diarias, descansar, crear encuentros, celebrar, compartir, reflexionar, dar un abrazo, brindar, orar, son acciones que van más allá del tiempo medible, y que podrían ayudar a entretejer la alegría de existir.

Qué bello sería tener un momento para tomar distancia del ruido y darse cuenta que la vida es un regalo de Dios y una obra de arte que cada uno va entretejiendo a lo largo de los años, con sus alegrías, fracasos, sueños, incertidumbres, soledades, luchas, dudas, retos, y poder así, repensar la vida como proyecto y, más allá de lo emocional, descubrir que tenemos un sin número de posibilidades para crecer, avanzar, innovar, decidir, superar, replantear y darle una orientación diferente a lo que comúnmente hacemos.
La alegría de existir es algo más que una frase motivadora, es el motor de la existencia humana. Nos evitaríamos tantas amarguras, tantos conflictos y enredos, si en verdad amáramos la alegría de existir. Gozar cada paso que se da, degustar cada día con sus novedades, ponerle corazón al trabajo, valorar la familia, quererse, vivir a la altura de las circunstancias, dejar de lado tantos pensamientos negativos, venganzas y problemas, le haría un aporte sin límites al desarrollo humano y a la propia felicidad.

Te invitamos a pasar de lo cronológico a la alegría de existir. Aprovechar la coyuntura que nos ofrece un cambio de año, sería fabuloso. La clave para dar este paso está en reconocer que Dios nos ama con amor eterno y en todo proyecto que emprendamos, Él estará acompañándonos, así no nos demos cuenta de su presencia.
¡Feliz año nuevo! La alegría de existir espera por ti.