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“En la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es el tiempo de regresar a Dios” – Papa Francisco
Les cuento que el carnaval de la ceniza era una realidad en algún momento de la historia de la Iglesia.
Antes de hablar de este curioso carnaval, debo decirles que, en los primeros siglos de la Iglesia, quienes quisieran celebrar el sacramento de la reconciliación el jueves santo, acostumbraban a ponerse ceniza en la cabeza y, además, se vestían con un «hábito penitencial». Esta simbología expresaba la voluntad de cambiar de vida y de experimentar la gracia de Dios, mediante un compromiso sólido de fe y del cual era testigo la misma comunidad.
Hacia el año 384 de la era cristiana, el tiempo de la cuaresma fue adquiriendo una dimensión más penitencial y, desde el siglo XI, la Iglesia de Roma comenzó a imponer la ceniza, al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
De igual manera, este tiempo también se tomó como un periodo de preparación para los que iban a recibir el bautismo la noche de la vigilia pascual, a imitación de Cristo con sus 40 días de ayuno en el desierto.
Cabe anotar que, la imposición de la ceniza en la frente o en la cabeza, es un signo de un profundo deseo interior de cambio y también nos recuerda la fragilidad humana y, por tanto, la necesidad de la gracia, de la ayuda de Dios.

Cuando vayamos al templo a la imposición de la ceniza, dediquemos unos minutos antes y luego, unos minutos después, para orar y pedir de Dios su ayuda, para cambiar aquello que está mal en nuestra vida y que nos hace infelices. «Conviértete y cree en el evangelio», son las palabras que nos dirá el sacerdote.
Y, ¿Es verdad que existió un carnaval de la ceniza?
Claro que existió. Pero antes debemos tener en cuenta que la palabra “carnaval” significa “adiós a la carne” y su práctica se hizo en tiempos antiguos en los que, por falta de refrigeración, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que comenzara la cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante este período, particularmente la carne. Por este motivo, el martes anterior a la ceniza, se organizaban fiestas populares denominadas carnavales (Para decir adiós a la carne), en las que se consumían todos los productos perecederos que no se podían utilizar durante la cuaresma
Infortunadamente, se empezó a degenerar el sentido común de este carnaval y se cambió por fiestas que, en nada tienen que ver, con este tiempo litúrgico. Con carnaval o sin carnaval, deja que algo nuevo suceda en ti, durante este tiempo propicio para confrontar nuestra vida con el querer de Dios.
En lo más profundo del corazón, en oración, reflexión y silencio, sería conveniente preguntarnos ¿Mi vida responde realmente a lo que Dios desea de mí? ¿Soy una persona que, con el ejemplo, doy testimonio del amor de Dios? ¿Qué debo cambiar en mi vida?
“Nuestro viaje de regreso a Dios es posible sólo porque antes se produjo su viaje de venida hacia nosotros” – Papa Francisco