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«Él nos libre de pensar que nuestra fe nos incita a no aceptar ni buscar la razón, pues no podríamos ni aun creer si no tuviésemos almas racionales» (San Agustín)

La explosión de la religiosidad como expresión de la fe ha llevado, en cierta manera, a ir perdiendo la Inteligencia Espiritual, es decir, la capacidad de hacer una lectura racional de lo que implica pasar de “devoto” a auténtico “seguidor” de Jesucristo, mediante el toque del Espíritu, en la comunidad eclesial. La “devoción” tiene su lugar en el creyente, pero no es el centro de la vivencia espiritual.

De igual manera, aunque la religiosidad popular es bien valorada en la Iglesia, no obstante, entre “pietismo”, “devoción” y “religiosidad popular”, se puede perder la riqueza y la grandeza de la Inteligencia Espiritual. En este caso, la religión podría ser una especie de “opio” que adormece la conciencia, encerrando al supuesto creyente en un individualismo peligroso con el riesgo de convertir la fe, en una simple práctica “intimista” y para algunos en una “terapia” para tener tranquilidad y paz interior o en acudir a un tal Dios, algo así como quien visita una estación de servicios.

La Inteligencia Espiritual, ha sido ampliamente desarrollada por las religiones orientales, la psicología, la psiquiatría, entre otros. En estas búsquedas prevalece la autotrascendencia, la energía, la chispa divina, la conquista del nirvana, la prosperidad espiritual y material mediante el Feng Shui e incluso, la vieja teoría de la reencarnación.

Guardando las proporciones de contexto y lenguaje, consideraría que en occidente el que más ha desarrollado el concepto de Inteligencia Espiritual es san Agustín; también podríamos decir que los santos han vivido en la atmósfera de la Inteligencia Espiritual, pero definitivamente, como acercamiento intelectual y de fe, el obispo de Hipona, dejó las bases para pensar la espiritualidad en clave de inteligencia.

La vivencia de fe del católico no se puede atomizar en las prácticas devocionales y piadosas, sino que está llamado a redescubrir, no una religión individualista, sino un estilo de vida centrado en la propuesta evangélica de Jesús de Nazaret, el Cristo, el mesías, el salvador. Algún predicador afirmaba que a veces se “toman los preceptos como la carta de un menú de restaurante, en el que se puede elegir según el gusto”.

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La Inteligencia Espiritual busca poner al descubierto lo que implica ser católico hoy, la radicalidad del evangelio, que lleva a superar las medias tintas, lo “light” y a vivir una fe en la que prevalezca la “Verdad”, el sentido de Dios en la existencia humana y el sentido del otro.

En un curioso texto, el Papa Francisco, afirma: “Hay tres lenguajes que te muestran la madurez de una persona: el lenguaje de la cabeza, el del corazón y el de las manos…Y debemos aprender a expresarnos en estos tres lenguajes: que (expresan que) pienso lo que siento y hago, siento lo que pienso y hago, hago lo que siento y pienso. Aquí utilizo la palabra equilibrio: un equilibrio entre estas cosas…”.

Volvamos a Agustín de Hipona. En este artículo deseo dejar planteado el tema de la Inteligencia Espiritual, con base en el imperativo categórico expuesto por el hombre del corazón inquieto y plasmado en la expresión “Creer para entender y entender para creer”, expuesto en la carta 120, en la que en un debate certero, san Agustín crea ese nexo entre fe y razón, que en el fondo son los pilares de lo que se podría denominar Inteligencia Espiritual: “Dios está muy lejos de odiar en nosotros esa facultad por la que nos creó superiores al resto de los animales. Él nos libre de pensar que nuestra fe nos incita a no aceptar ni buscar la razón, pues no podríamos ni aun creer si no tuviésemos almas racionales. Pertenece al fuero de la razón el que preceda la fe a la razón en ciertos temas propios de la doctrina salvadora, cuya razón todavía no somos capaces de percibir”.

Este es uno de los textos más reveladores y que se propone para el análisis. El cometido de este artículo es invitarlos a pensar en clave de Inteligencia Espiritual, en mundo en el que lo religioso se ha cosificado y le ha cerrado las puertas a ese rico mundo del Espíritu que lo renueva todo, y que san Pablo expone en la carta a los Efesios: «Se les pidió despojarse del hombre viejo al que sus pasiones van destruyendo, pues así fue su conducta anterior. Y que sean renovados en el espíritu de su mente” (Ef. 4, 22 – 23).

¿Deseas vivir la aventura de la Inteligencia Espiritual? La Semana Santa puede ser un pretexto para dar los primeros pasos.

En la próxima entrega profundizaremos más sobre una propuesta de Inteligencia Espiritual para nuestro tiempo, con base en san Agustín.

Por Luis Daniel Londoño Silva

Máster en Violencia Doméstica y de Género. Licenciado en teología, escritor y comunicador.

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