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“La disciplina nos ayuda a ser dueños de nuestras acciones y a dirigir nuestra vida hacia el bien” – Papa Francisco
La disciplina ha sido una virtud de especial significado para todas las sociedades y por supuesto, también para la Iglesia católica.
Se trata de un valor fundamental en la vida de las personas. Es la capacidad de organizarse, establecer metas claras y trabajar de manera constante y comprometida para alcanzarlas. Aunque a veces puede parecer difícil o restrictiva, la disciplina es un elemento esencial para lograr el éxito en la vida, el crecimiento personal y espiritual.
El Papa Francisco afirma, que: “La disciplina nos ayuda a crecer en responsabilidad y a tomar decisiones conscientes y maduras”. Por tanto, nos impulsa a establecer prioridades y mantener el enfoque en lo que realmente importa.
En un mundo lleno de distracciones y demandas constantes, la disciplina nos brinda la fortaleza necesaria para resistir las tentaciones y seguir adelante en nuestras tareas y responsabilidades.

Ésta se constituye en la base para el desarrollo de hábitos positivos y saludables. A través de la repetición constante de acciones disciplinadas, podemos moldear nuestro carácter y mejorar nuestra forma de vida. Por ejemplo, al establecer una rutina de ejercicio físico regular, estamos fortaleciendo nuestro cuerpo y mejorando nuestra salud.
Al adoptar una disciplina en nuestros estudios o en nuestra vida profesional, nos convertimos en personas más eficientes y competentes en nuestras áreas de interés.
Al forjar una disciplina en el bien obrar, en la oración cotidiana, en la lectura y meditación de la Palabra de Dios, en la celebración de los sacramentos y en la práctica de la caridad, seremos católicos comprometidos y motivadores en la fe y la esperanza, con razón afirma el Papa que, “La disciplina nos permite ser coherentes con nuestros valores y principios, incluso cuando enfrentamos dificultades”.
Ésta también juega un papel crucial en la construcción de relaciones sólidas y duraderas. Ser disciplinados implica cumplir con los compromisos y responsabilidades que adquirimos con Dios y con el prójimo. Esto genera confianza y respeto mutuo, ya que las personas pueden contar con nosotros y saber que somos confiables. Además, la disciplina nos ayuda a controlar nuestras emociones y a actuar de manera más reflexiva y considerada en nuestras interacciones con los demás.
Bien se sabe que el logro de metas requiere esfuerzo constante y perseverancia, y la disciplina es la herramienta que nos impulsa a seguir adelante incluso cuando enfrentamos obstáculos y desafíos.
A través de la disciplina, desarrollamos la capacidad de superar nuestras limitaciones y expandir nuestros horizontes. Nos volvemos más resilientes y adquirimos habilidades valiosas, como la autodisciplina, la determinación y la capacidad de adaptación.

En conclusión, se puede afirmar que la disciplina es un valor esencial en la vida de las personas. Nos proporciona la estructura y el enfoque necesarios para alcanzar nuestros objetivos, nos ayuda a desarrollar hábitos positivos y saludables, fortalece nuestras relaciones con los demás y nos impulsa al crecimiento espiritual, personal y profesional. Aunque puede requerir esfuerzo y sacrificio, los beneficios que aporta son invaluables.
Vale la pena ser disciplinados. Si se extingue la disciplina aparecerá el caos y la desesperación. Nuestras vidas se tornarán ingobernables, por eso, “la disciplina es necesaria para cultivar virtudes como la paciencia, la perseverancia y el autocontrol”. Con hombre y mujeres disciplinados la sociedad puede progresar.
¿Qué tan disciplinado (a) eres?